Una reflexión interesante de Jeffrey R. Young sobre el curso online que dio de forma gratuita y abierta David Wiley (ver foto a la izquierda) en la Universidad Estatal de Utah en otoño de 2007.
David Wiley impartió un curso online en el que permitió participar plenamente a todo el que quisiera, de forma que al final, además de los 15 estudiantes regulares, había otros cinco de los que la Secretaría nunca había oído hablar. Este curso es lo que Wiley y otros llaman "Open Teaching", una referencia al "Open courseware" del Massachussetts Institute of Technology (MIT).
La primera pared que se cayó de las universidades en el camino a abrir el conocimiento a todo el mundo, aunque no estuvieran matriculados, la dio el MIT en 2001, poniendo online los materiales de los cursos en su famoso MIT OperCourseWare. El mensaje que se enviaba era que el acceso a los materiales no es lo que se paga en el MIT, sino la interacción con los profesores. (lo que Así, ya tienen 1800 cursos en línea, algunos con apuntes, exámenes y vídeos de las clases.
Sin embargo, Wiley llevó la apertura del conocimiento un paso más allá y no solo ofreció de forma gratuita y abierta los materiales de su curso, sino que también ofreció sus servicios como profesor, eliminando de esta forma toda diferencia en la docencia a los estudiantes matriculados (y que pagaron matrícula) y los que siguieron el curso de forma "extraoficial". Esto es algo que el MIT nunca contempló y quizás esté fuera de sus objetivos.
Pero Wiley no solo ofreció su servicio como profesor de forma gratuita y abierta, sino que también otorgó certificados firmados por él mismo a todos los estudiantes. No eran certificados oficiales, pero eran certificados otorgados por el Director del Centro de Aprendizaje Sostenible y Abierto de la Universidad Estatal de Kansas y alguien muy bien conocido en el mundo del e-learning, con lo que hablamos de un certificado cuya firma tiene un peso considerable en sí misma.
¿El futuro de la educación fuera de las universidades?
Este fue un movimiento pionero que, de generalizarse, pondría en tela de juicio el papel de las universidades. Wiley, que ahora trabaja en la Universidad Brigham Young, no pidió permiso a la Universidad Estatal de Utah donde trabajaba cuando emitió los certificados: la respuesta habría sido obviamente negativa. En este imparable movimiento hacia el conocimiento abierto, se cuestiona cada vez más el papel de los centros de educación tradicionales como monopolio del conocimiento y del muy necesario certificado que otorgue a la sociedad las garantías suficientes de que la persona que dice saber sobre algo realmente sabe. Un certificado emitido por un profesor bien conocido y con amplia experiencia y reputación en el campo que enseña debería ser perfectamente aceptado por cualquier empresa o institución como garantía suficiente. ¿Qué pasaría si alguien como Stephen Hawking, a nivel privado, organizara un curso online sobre física cuántica? ¿Y si Robert Redford diera un curso sobre producción, actuación o dirección de cine? ¿Y si un ex-Presidente del Gobierno da un curso sobre política internacional? ¿Si un ex-Director del Fondo Monetario Internacional diera uno sobre economía? La enseñanza online permite que aquel que tiene conocimientos reconocidos por la sociedad en un campo concreto pueda competir con las universidades y quizás con el tiempo esta enseñanza con nombre y apellidos tenga más valor que la abstracta de una institución con profesores cuya calidad y experiencia no conocemos hasta que ya pagamos el curso para asistir a sus clases. A fin de cuentas, Aristóteles no pertenecía a ninguna universidad y haber aprendido con él otorgaba de cara a la sociedad todo el reconocimiento y garantías necesarias de tener un gran conocimiento...
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